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Educación, uno de los componentes clave para un "Mexican moment" sostenido

En pleno Mexican moment, en donde el país ha demostrado cierta estabilidad y fortaleza -en contraste con el desarrollo que se ha observado en otras regiones-, es esencial plantearnos estrategias de distintas naturalezas que promuevan el mantenimiento y preservación (permanente, idílicamente) de las condiciones potenciadoras del crecimiento socioeconómico dentro de nuestro país. Así, tenemos que éstas deberán abordar 1) el tema laboral; es decir, los componentes de generación de empleo y su infraestructura público-empresarial correspondiente, así como el marco legal adecuado; 2) el tema tecnológico, en sus requerimientos de infraestructura, conectividad, desarrollo y vigilancia; 3) el tema industrial, en tanto a su incentivación, promoción del desarrollo, productividad y aseguramiento de servicios; 4) el tema ambiental, para asegurar una correcta alineación con los parámetros internacionales de cumplimiento y favorecer la inversión, colaboración y sustentabilidad en las prácticas; y 5) el tema social, con sus distintas ramificaciones, y sobre todo, desde una perspectiva educativa.

Foto: Wix

Este último punto, debido a que mantener el atractivo de nuestro país requiere de un incremento inmediato en las capacidades, competencias y/o actualizaciones de distintas disciplinas y actividades; así como un replanteamiento de las prioridades en materia educativa, en el sentido de una reorientación hacia las aptitudes necesarias para una adecuada inserción al campo laboral. Lo primero, en virtud de la evolución constante e ininterrumpida de las tecnologías, los mecanismos de producción, comercialización y distribución de productos; y lo segundo, en relación con la formación académica que recibimos a lo largo de nuestras vidas que, dicho sea de paso, nos ha programado a elegir ciertas disciplinas por encima de otras. Con esto, debemos priorizar las colaboraciones público-privadas para el diseño, la implementación y promoción permanente de estrategias educativas que sean accesibles para los trabajadores y que permitan su especialización, de forma que el personal no sea fácilmente reemplazable, costoso para las empresas, ni escaso; y que la llegada, operación y desempeño de las empresas en el país sea un proceso cada vez más sencillo y sincronizado que enriquezca a los entramados productivos y, en consecuencia, fortalezca a nuestro sistema económico.


Una de las problemáticas que enfrentan ya algunos estados al norte del país es la escasez de mano de obra calificada. Esto evidentemente representa un obstáculo para la inversión, pues implica el traslado de especialistas, la formación/especialización de último minuto del personal local y, en el peor de los casos, recurrir a un plan alternativo de desarrollo de actividades y fabricación de productos simples, sin complejidad industrial, ni valor agregado. Digo “el peor de los casos” pues la ausencia de complejidad condiciona -¡y condena!- a nuestra industria a la manufactura simple; es decir, a los espacios específicos, como el ensamblaje y almacenaje, dentro de la cadena de suministro. Lo anterior, repercutiendo ciertamente en el crecimiento de nuestra industria, pero también en el de nuestra gente, pues los salarios y el poder adquisitivo, junto a su consecuente apertura de espacios y acceso a los servicios básicos se ven comprometidos.


Ahora bien, ¿qué puede hacerse en el corto, mediano y largo plazo para contrarrestar dicha limitante a la producción y a la obtención de beneficios por parte de la población? Lo más inmediato, a mi parecer, es el establecimiento de mesas redondas entre representantes de las industrias con las autoridades de gobierno correspondientes en materia de inversión, empleo y educación. Deberán identificarse en ellas los sectores con mayor proyección de crecimiento en -y para- el país, así como aquellos con mayor demanda de personal calificado. Deberá conocerse, de la misma forma, la disponibilidad de profesionistas y las rutas y oportunidades de especialización presentes en relación con dichos sectores. De esta forma, podrán trazarse convenios de colaboración que permitan 1) la implantación e/o inversión de la empresa, 2) la contratación del personal adecuado y 3) la especialización necesaria para el ejercicio de las actividades de producción.


En este sentido, atestiguamos recientemente la presentación de los incentivos fiscales para fortalecer a las inversiones por nearshoring en el país por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; siendo uno de ellos la deducción de un porcentaje adicional de 25%, válido por tres años para cubrir los costos de las capacitaciones de personal. Dicha medida evidencia ya la materialización de un análisis sobre las necesidades de las industrias productivas sustantivas para el país, al tiempo que supone un mecanismo de atracción de inversiones y de beneficios educativos para el trabajador.


En segundo lugar y paralelamente en el ejercicio, pero con miras a resultados más de mediano plazo, deberán diseñarse campañas de promoción a los contenidos educativos necesarios para la producción industrial. Lo anterior, ya no solamente aplicable para los sectores estratégicos, sino con un enfoque más incluyente del proceso y desarrollo industrial. Dichas campañas deberán estar orientadas 1) a los trabajadores en funciones, con necesidad de capacitarse en las nuevas tecnologías y procesos y 2) a los estudiantes de niveles medio-superior y superior. De la mano de la generación y de la promoción de dichos contenidos, deberá asegurarse una correcta infraestructura que contemple un aumento gradual en la demanda. Visto desde el ejemplo de los incentivos gubernamentales, el período de aplicación de los mismos -válido hasta el 31 de diciembre del 2024-, representa una ventana de oportunidad para trabajar simultáneamente en el diseño de las campañas de promoción de capacitaciones entre las poblaciones mencionadas y en el mejoramiento de la infraestructura educativo-tecnológica; es decir, el de las instituciones, equipos y servicios pre-existentes que sumen a este propósito. Lo anterior, evidentemente, en colaboración con el sector privado y el sector educativo.


Una propuesta adicional para este período sería diseñar y sentar las bases que permitan la implementación gradual -pero total- en nuestro país del modelo de formación profesional dual. Éste consiste en la adquisición y ejercicio simultáneos de los conocimientos profesionales; representando el inicio de una trayectoria laboral, a la par de la adquisición de conceptos teórico-educativos y -un plus- la materialización del trabajo colaborativo entre los sectores público y privado en torno a la creación y seguimiento de los planes educativos, las contrataciones y capacitaciones periódicas.


Por último y en visión de largo plazo, deberá trazarse una estrategia integral para promover la especialización en distintas disciplinas desde tempranas edades, formación que deberá tener como eje la transformación tecnológica y el desarrollo humano y técnico. Necesitamos formar a las nuevas generaciones con objetivos profesionales ambiciosos que combinen valores humanos y desarrollo especializado en áreas de investigación espacial, robótica, ingeniería especializada, arte, construcción y manejo de recursos humanos, naturales y humanos. Se trata de una formación integral, porque eso es lo que demanda un escenario internacional altamente tecnificado y a la vez con desafíos sustantivos en materia de sostenibilidad. ¿Cómo podrían popularizarse dichas disciplinas? Pues promoviendo los espacios de empleo, la llegada de oportunidades a las distintas regiones del país y hasta modificando los estereotipos culturales a los que nos vemos expuestos desde niños; de ahí que el enfoque necesario sea integral, pues los contenidos audiovisuales -por ejemplo- juegan un papel fundamental en la conformación de nuestra ideología. Ojo, esto no deberá entenderse como una justificación a la censura a las formas de expresión y/o manifestaciones artísticas; sino como un área de oportunidad para la difusión de las campañas educativas y re-orientadoras vocacionalmente. Deberán, asimismo, promover becas que incentiven a la especialización. Lo anterior, en las tres etapas de la estrategia: el corto, mediano y largo plazo.


Para concluir, aprovecho para destacar que el aspecto educativo tiene cabida y repercute en todos los ámbitos potenciadores del crecimiento económico que mencionaba en un inicio -si acaso, faltaba la relación educación-medio ambiente, pero ahí va: mayor especialización, igual a mayor conciencia del entorno y una mayor búsqueda de soluciones-; es por esta razón que debemos asegurarnos de que éste factor no sea olvidado sea utilizado, sino que sea promovido a favor de la implantación, aseguramiento y perpetuación del Mexican moment, pues se trata de un espacio de oportunidades de mejora para nuestros indicadores socioeconómicos, sí. Pero, sobre todo, se trata de un período de búsqueda y de aseguramiento del bienestar para nuestra gente. Mi enhorabuena, por último, por los primeros pasos que hoy damos para la construcción de nuestra estrategia; de aquí, “nomás pa’lante”.


Este artículo fue escrito por Adriana Navarro, Consultora en Grupo Estrategia Política.

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